domingo, 28 de noviembre de 2010

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Dos. Tres letras. Una vocal y, nunca mejor ilustrado, dos consonantes.

Dos. En el mundo de las matemáticas es el precedente del tres, y el anterior al uno, el número primo de Eisenstein, Sophie Germain, Stern, Perrin, el primordial seguido del seis, factorial, la mitad y el doble de algo.

Sin embargo, fuera de ese mundo de operaciones abstractas, Dos es una obsesión; Dos se convierte en fobia, en la impronta de la perfección, un modelo prototípico de conducta. Dos es una pareja, un par, dúo, doble. Doble que no puede existir sin su semejante, porque sería pues, simplemente uno. Número abocado al fracaso sin su igual, a perdurar incompleto en un mundo de multiplicaciones sobre sí mismo, encontrándose siempre en su parcial imperfección.

Dos sin lugar a dudas la mitad y el doble de algo.

martes, 23 de noviembre de 2010

Vamos a portarnos mal.

Sube el telón, baja las cortinas.
Enciende las turbinas con nitroglicerina.
Y romper con la rutina repetitiva; que el sol salga de noche y llueva para arriba.
Seamos malcriados, a cometer delitos, como comernos a caperucita y a los tres cerditos.

NO, no , no es rebeldía, es indisciplina por un día.

Vamos a portarnos mal. Mal como un niño con llorera. Mal como una novia, de despedida de soltera. Defiende tu derecho de hacer lo que no has echo.

Te voy a provocar un cortocircuito, como una naranja con sabor a pera. Contar un cuento sin moraleja, escribir al revéz, caminar con las manos y saludar con los pies.

viernes, 12 de noviembre de 2010

El límite.

¿Dónde está el límite?.¿ Cuanto soportas?.¿Cuanto toleras?.

Difícil, saber cual es el límite, cuando las situaciones te embarcan en una espiral de tolerancia, amistad y comprensión, llevando a una dependencia casi total de esas sensaciones efímeras en un sentido restrictivo de la realidad.
Pero cuando conoces el límite, la venda de la transigencia se cambia por la de la evidencia que te persigue en tus actos condescendientes.

Es entonces este momento de realidad fulgurante cuando se decide, a tiro de moneda mental, si nos pegamos un nuevo apósito que sea más difícil de desprender la próxima vez o por el contrario, armados del coraje propio vikingo, tomas la velocidad necesaria para salir de la rueda del hamster, dejando a otros tras de ti, corriendo en un mismo sentido, tropezando con sus propias piernas, y como no, con una preciosa cordialidad, cortesía, simpatía y trato, todo ello tiznado de fingida lealtad.

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