lunes, 30 de agosto de 2010

Un día como hoy

La sangre se me agolpa en las sienes cuando me acerco a tu casa, mientras el corazón late cuando mis dedos tocan el timbre de tu puerta abedul.
Abres y el escalón que nos separa es un mínimo impedimento para abrazarnos. Me tiras hacia tu cuerpo a la vez que cierras la puerta.
La misma casa, el mismo sillón, las escaleras que van a tu cuarto....todo me es conocido. Tu perra comienza a ladrarme, como de costumbre, y la encierras en el estudio, esta vez has cambiado de cárcel.
Me siento en el sofá color café, pero antes paso a la cocina a por un vaso de agua para aplacar el dolor que me pincha en las costillas, tiras de mi coleta hacia atrás bromeando sobre mis puntas abiertas y un cojín se estampa en tu cara, ya esta todo echo.
Agarras mis manos riéndote y a duras penas me haces cosquillas, carcajeo, más bien de puro nerviosismo, e intento zafarme de tu férreo agarre para plantarte un beso, pero da la sencilla razón que tus intenciones eran las mismas y nos encontramos a medio camino.
Cálido, frágil y ardiente son tus labios, siento de nuevo ese ligero pinchazo en el costado, se lo que es, pero no su significado. El beso se prolonga en el extremo del deseo, así que ambos sabemos que no hay regreso.

Tu mano se asienta en el nacimiento de mi espalda y las mías buscan tirar de tu camisa. Siempre hay un cambio en el patrón y el de hoy me sorprende hasta dejarme sin aire en los pulmones. Un pitido sordo retumba en mis oídos, tus palabras me fulminan.

-Mi hermana vuelve a las doce y media. Está en casa de su abuela.

¿Que soy su puta barata? es lo que me pregunto, pero ilógicamente te sigo desvistiendo. Mi traje en la mano del sofá y tus pantalones encima.
Sentada a horcajadas me arañas la espalda sin hacerme daño. Muerdo tu cuello, besas mi brazos, me acercas mas a ti..al fin y al cabo esto es un juego de dos.
Los segundos pasan pausada pero deliciosamente, regodeándose en cada parte de nuestro cuerpo. Pero todo tiene un final y el nuestro a llegado. Tu mirada furtiva observa el reloj y confirma que me puedes seguir queriendo un poco más.

La llave da dos giros a la derecha y un ligero empujón con la pierna para desatascar la puerta. Primero hace acto de precencia un gran bolso morado para seguirlo una joven de espaldas.
El tiempo se a acabado.
Me levanto lentamente y la saludo, en su cara se dibuja una sonrisa complaciente pero no de aceptación. Él apaga la consola y la ayuda con la compra que trae en las manos.
De camino a la cocina bromean, durante un instante me siento fuera de lugar, no es mi casa, no es mi hermana, no es mi perra, no es mi novio.
Así que me levanto,cojo mis cosas y me aproximo a la cocina. Dos ojos negros me observan al anunciar mi retirada y esos mismos ojos me acompañan a la puerta que un par de horas antes me recibió tan calurosamente.

Un despido breve y una promesa de llamada, eso es todo.

Bajo la calle y tras unos metros giro su esquina, es ahí cuando me pregunto por qué regresa ese extraño dolor a mi pecho.

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